Navidad 2018

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HAS ESPACIO AL AMOR

Y el Verbo se hizo carne habitó entre nosotros (Jn1, 14).

Tal vez te ha sucedido también a ti de sentir un velo de tristeza en el corazón, justo el día de Navidad… Si abres la ventana hacia afuera puedes ver: luces artificiales, pobres sin pan, calles sin salidas, hijos sin padres, progenitores sin hijos, relaciones  rotas, violentas injusticias, explotación ilegal, niños que no llegan a nacer, jóvenes que se suicidan, barcazas hundidas, fugas de pueblos, puentes caídos y levantamiento de muros, naturaleza maltratada, vientos impetuosos. ¿Según tu, cómo podemos celebrar Navidad en esta realidad? ¿Habrá una verdad que rija el mundo? ¿Una vida que sea vida, un amor que sea amor? El evangelista Juan nos recuerda que la Palabra de la vida viene a habitar entre nosotros (cf. Jn 1,14); precisamente la Palabra que un día dijo: «Sea la luz» (Gn 1,3) continúa a poner «la tienda de su cuerpo» entre nuestras profundas contradicciones, entre nuestras lágrimas y nuestros sueños, entre nuestras heridas y nuestras esperanzas.

Con el nacimiento de Jesús puedo decirte finalmente que «Dios sabe de ti en su piel, así como tú sabes de él en la tuya». He aquí la Navidad.

La piel no es un pensamiento ni una complicada elaboración; la piel es la realidad, cuerpo, relación, cotidianeidad. Jesús tiene cuerpo: para comunicar debe hablar, para entender debe escuchar, para moverse debe caminar; prueba sentimientos, conoce la inquietud de la espera y la ternura de la amistad, pero también la amargura de la traición, la rabia y la desilusión, frente a la mezquindad humana, pero sobre todo vive «en su piel» la alegría íntima del abrazo, la solidaridad profunda con lo humano, el amor hasta sus extremas consecuencias.

En Navidad descubrimos que el saber de la piel, en vez de ser solamente nuestro modo áspero y primitivo de acercarnos a la realidad, incluso es el modo más íntimo de Dios de hacer especio al amor, de hacer espacio a ti!

¡Feliz Navidad!

Ecos bíblicos:

Por eso, al entrar en este mundo, dice Cristo:
Tú no has querido ni sacrificio ni ofrenda,
Pero me has formado un cuerpo.
Entonces yo dije: «Aquí, estoy”
(cf. Sal 119,32-35)

Francesca Pratillo, fsp

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