Superiora General – Pascua 2011

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Pascua de Resurrección 2011

Queridas hermanas y jóvenes en formación:
En el día solemne de Pascua la Secuencia nos hace proclamar, con estupor y conmoción, el antiguo anuncio: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!». También nosotras, al alba de la nueva creación, como María de Magdala, como Pedro y Juan, hemos sido constituidas testigos de la victoria de la Vida sobre la muerte.
El silencio del sepulcro ha sido destruido, la luz ha brillado en las tinieblas iluminando toda existencia y poniéndola bajo el signo de la redención, de la transfiguración en el amor.
 
La resurrección de Cristo es promesa y premisa de liberación de aquella angustia de la muerte que atormenta a la humanidad y compromete las mismas relaciones. Jesucristo ha llevado sobre su cuerpo, en la tumba, todas las violencias que los seres humanos infligen recíprocamente, todas las rupturas de diálogo, todos los odios… Ahora resurgiendo a la vida, lleva consigo a los prisioneros de la “muerte”, levanta a los caídos, abre horizontes nuevos de sentido a los muchos que continúan creyendo, esperando y amando.
 
Del sepulcro vacío de la mañana de Pascua llega hoy a nosotras, la invitación de no temer porque «Muerte y Vida se han enfrentado en un prodigioso duelo» (Secuencia), y la Vida ha vencido, aún más, ha triunfado, para siempre. Hermanas, este es el anuncio que estamos llamadas a proclamar a través de la experiencia de resurrección personal y comunitaria.
Si hemos resucitado con Cristo, debemos “narrar” a los demás que la vida es más fuerte que la muerte. Debemos hacerlo comprometiéndonos a construir comunidades fraternas y proféticas: donde el nosotrasprevalece al yo, donde se renuncia a afirmar si mismo; donde se ejercita en el perdón recíproco; donde continuamente se abre y reabre el diálogo de la caridad; donde se comparte la fe y la esperanza; donde se vive la compasión, sobre todo hacia los últimos, hacia cuantos padecen violencias e injusticias; donde se aprende a mirar también los gemidos de la humanidad como los «dolores del parto» (Rom 8,22) que están generando un mundo más bello, más verdadero, más justo.
 
‘Cómo no acoger los estremecimientos de la “vida nueva” en la honrosa dignidad y en el deseo de futuro del pueblo japonés desconcertado por el terremoto y por el accidente nuclear, en el testimonio audaz de las minorías cristianas perseguidas, en la demanda de libertad y de democracia de los pueblos africanos y del medio oriente…?
De este modo la resurrección entra en la experiencia cotidiana y produce frutos abundantes de vida para todos.
 
Queridísimas, acabamos de regresar de India, país fascinante, variegado en sus culturas y tradiciones, vivaz y joven. La experiencia de profunda comunión vivida con las hermanas me ha llevado muchas veces a dirigir un pensamiento agradecido al Señor por cada Hija de San Pablo, por el deseo de bien, la pertenencia y la fidelidad. Estoy segura que nos han acompañado con la oración. Les agradezco de todo corazón.
 
Aprovecho la ocasión también para agradecer a cada una por la solicitud y la oración por las hermanas de Japón y de Costa de Marfil, y por las ofertas enviadas en respuesta a mi pedido para la publicación de la Biblia en malgache.
 
El Señor nos conceda ser mujeres de comunión y de esperanza, mujeres que, en el ejercicio del apostolado, «hacen sonar potente la tromba de la resurrección»(don Alberione) para decir a todos: Sí, estamos seguras: ¡Cristo resucitó de veras! (cf. Secuencia).
 
¡Feliz Pascua, en la novedad de Cristo resucitado! Con afecto,
 
 
 
Sor M. Antonieta Bruscato
   superiora general
 

Istituto della Pia Società Figlie di S. Paolo, Casa generalizia – Via S. Giovanni Eudes 25, 00163 Roma, Tel. 06.661.30.39

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