Primer domingo de Adviento 2021

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Adviento: tiempo de la sorpresa

Lc 21, 25-28.34-36

El Adviento es el momento en el cual mayor debería ser la consciencia que lo que importa es una actitud de apertura, disponibilidad, amplitud para que la vida que hay en nosotros – como una semilla de mostaza – pueda crecer siempre más y realizar su obra de edificación. Pero esto requiere silencio, dejar el trabajo, dejar hacer, dejar que el Espíritu cumpla en nosotros su obra de deflagración. Es necesario vivir el vacío, que no es ausencia de, sino solo energía pura, posibilidad total, para constatar finalmente que es transformado en ese mismo espíritu, es decir, capaces de amor y de plenitud de humanidad. Adviento es dejar abiertas las puertas del propio mundo interior, para que se destruyan nuestras expectativas y podamos finalmente ser alcanzados por lo imprevisible.

La vida renacida en el seno del Adviento debe ser continua apertura al Misterio, y por lo tanto a la venida de lo imposible porque – como decía Jacques Derrida – «solo lo imposible es real».  Si esperásemos solo lo posible nos visitaría la ripetición, lo obvio y en última instancia un mundo de fantasmas.

El Adviento es, el tiempo de la sorpresa, por lo tanto, del estupor. Y no hay sorpresa en lo que consideramos posible, porque el vientre del estupor es solo lo inesperado.

En el fondo es lo que ha vivido María, la mujer que esperaba al ya dado, al ya conocido: « ¿Cómo es posible? No conozco varón…».

Como María tenemos necesidad de escuchar, llegar a ser silenciosos para convertir nuestros corazones y hacernos capaces de apertura a lo imposible. Al final seremos sobrecogidos por el asombro, constatando que el Espíritu nos ha tomado las entrañas y nos ha hecho dar a luz.

 

Tomado de las Homilías del sacerdote Paolo Scquizzato


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