Nosotros estamos llamados a ser, a encontrarnos y a transformarnos en aquellas piezas vivientes de un mosaico que crea comunidad.
La misericordia es un elástico. Se acerca a ti. La aferras, pero si te distraes, escapa. La misericordia te mira y abre de par en par tu corazón. La misericordia no es relativa ni relativista. Valoriza lo nuevo, pero respeta la tradición. Está atenta a ti y a las relaciones que vives. La misericordia perdona y convierte, da fuerza y custodia. La misericordia es Dios, es su lugar privilegiado.
El Jubileo dedicado a ella ha ayudado a hacerla inmanente, dentro del mundo, con los hombres, para las personas. Lo ha hecho de muchas maneras. Los Viernes de la Misericordia han sido siempre ejemplos concretos de lo que para el Papa Francisco, representa el mensaje más importante de Jesús. La misericordia, entonces, narra con emoción evitando, sin embargo, de sofocar y distorsionar la esencia más auténtica, la tradición más concreta. Por esto el Pontífice insiste, desde siempre, sobre el encuentro, entendido como Misterio revelado de salvación, proximidad y regalo para todos los hombres.
Nosotros estamos llamados a ser, a encontrarnos y a transformarnos en aquellas piezas vivientes de un mosaico que crea comunidad y la hace viva y eficaz. Son las familias cada vez más aisladas por el individualismo cada vez más creciente. Son los educadores fatigados por los obstáculos de la vida cotidiana. Son las instituciones y las asociaciones siempre aplastadas por el peso de una contemporaneidad compleja. Ahora nos toca a nosotros volver a dar color a esta condición esfumada, a restituir a los organismos intermedios su dignidad de mediación y guía, para derribar aquellos muros de la falta de compromiso y del sectarismo que parecen levantarse cada vez más altos.