Pascua de Resurrección 2025

Carta de la superiora general Hna. Anna Caiazza

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Queridas hermanas y jóvenes en formación,

Ante nuestros ojos desfilan en este tiempo, como en una película cuya memoria desgraciadamente nunca se ha perdido, secuencias de guerra, muerte, violencia, injusticia, sufrimiento gratuito y arrogante prepotencia… Y, por lo tanto, ¿cómo podemos contar la historia de la Pascua hoy? ¿Cómo decir al mundo que es y sigue siendo una fuerza de vida, una fuente de alegría y esperanza? ¿Cómo dejarnos invadir por la certeza de que la resurrección de Jesús es todavía, y especialmente en estas horas, Buena Noticia?
No hay otra respuesta: es necesario, imprescindible, volver a aquel «primer día de la semana» a esa mañana anunciada por la oscuridad más profunda de la noche. Debemos volver allí para no sucumbir, para dar un nuevo rostro a nuestro creer, a nuestra esperar, a nuestro amar. Debemos levantarnos, justo cuando la oscuridad es más espesa e ir, correr… Como María Magdalena, como Pedro y Juan.

«Pascua es voz del verbo hebreo “pèsah”, pasar», escribe Erri de Luca, escritor y poeta italiano enamorado de la Escritura, «no es una fiesta para residentes, sino para emigrantes que se apresuran a emprender el viaje». Y el primer viaje que debemos emprender es el de la esperanza – como nos recuerda el Jubileo que estamos viviendo -, porque sólo la esperanza nos hace mujeres “pascuales”, capaces de derribar la lápida de la resignación, la desilusión y la desconfianza, de ver signos de vida donde sólo parece habitar la muerte, de seguir comunicando, a través de las expresiones extraordinarias de nuestra misión, que es el amor el que tiene la última palabra, que cada día es un milagro que se hace realidad, que la aventura de vivir ya tiene rasgos de eternidad.

Desde aquel increíble amanecer pascual, la esperanza nos reviste como un espléndido vestido tejido con las «ropas fúnebres de un cuerpo de amor resucitado» (R.S. Thomas).

Son días oscuros para nosotras y necesitamos la luz del Resucitado para transfigurar el dolor y las heridas, para ver en profundidad, con ojos “bañados de resurrección”, dónde se esconde la vida. Y esta luz debe difundirse: «Ustedes son la luz del mundo», dice Jesús. «¡Que brille su luz luminosa!» (Beato Alberione).

Feliz Pascua, buena esperanza para todas ustedes, queridas hermanas, para sus familias, para los miembros de la Familia Paulina, para sus colaboradores, para sus amigos, para sus bienhechores. Que la luz de la Pascua llegue a todos y cada una de nosotras y sea signo de la presencia del Resucitado.

Con gran afecto, en comunión de alegría y de esperanza,

Hna. Anna Caiazza
y Hnas. del gobierno general


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