Las llevamos en el corazón

Carta de sor. M. Antonieta Bruscato, superiora general fsp

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Queridas hermanas:

Me agrada iniciar esta carta, última de nuestro mandato de gobierno, con las palabras que el apóstol Pablo dirigió a los cristianos de Filipos:

Doy gracias a mi Dios cada vez que ruego por ustedes y lo hago siempre con alegría, porque han colaborado en el anuncio del Evangelio… Está justificado esto que yo siento por ustedes, pues los llevo en el corazón, y todos ustedes participan de esta gracia que me sido concedida… (Flp 1,3-7).

Estamos profundamente agradecidas al Señor que nos ha confiado el ministerio del servicio y siempre nos ha acompañado, sostenido e inspirado. Su protección nos ha preservado de todo peligro en los innumerables viajes por todo el mundo. Su misericordia ha reparado nuestros errores. Su luz ha aclarado nuestras dudas, guiado nuestro discernimiento e iluminado nuestras decisiones. Su Palabra nos ha hecho atentas para escuchar las muchas voces de vida que se elevan, a menudo sin clamor, en nuestros contextos.

En estos años, muchas veces hemos experimentado cómo el Señor ha actuado a través de nuestra debilidad y pobreza. La promesa hecha un día al joven Alberione resonó en nosotras con extraordinaria eficacia: «No teman, Yo estoy con ustedes. Desde aquí quiero iluminar. Tengan el dolor de los pecados». Ha sido nuestra fuerza, sobre todo en los momentos de oscuridad y fatiga.

Realmente todo ha sido don y todo nos lleva al Magnificat.

En el momento que nos preparamos a dejar la tarea de animación, que nos ha visto actuar unidas por el bien de la Congregación, deseamos hermanas, expresarles cuanto conservamos en nuestro corazón.

Ante todo, gratitud a cada una de ustedes por la confianza recibida, la acogida cálida y solidaria, la colaboración sabia «en la difusión del Evangelio» a través de la oración, la oferta y el ejercicio generoso del apostolado en sus diversas expresiones. Y asombro, por el camino que con ustedes hemos recorrido en este sexenio: por los momentos gozosos vividos juntas en las visitas fraternas y en los muchos encuentros realizados; por la comunión buscada y actuada en la coparticipación; por el deseo muchas veces expresado de vivir más radicalmente las exigencias del Evangelio, de servir a la Iglesia y de “sentir” la humanidad; por las dificultades que enfrentan con valor y esperanza; por el amor a la congregación, que siempre nos ha unido y proyectado hacia adelante, más allá de todos los obstáculos.

En este camino se pose y se mantenga la mirada benevolente de Jesús.

Perdonen nuestras faltas de adecuación, los retardos, las omisiones y las incomprensiones. Ayúdennos a deponer todas las cosas en las manos misericordiosas del Padre.

Las llevamos en el corazón, como le gustaba decir a la Primera Maestra: «a todas… desde la más anciana a la última en llegar». Por todas oramos con solicitud y afecto, para que el Señor, «que ha iniciado en ustedes esta obra buena, la lleve a feliz término para el día en que Cristo Jesús se manifieste» (Flp 1,6).

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo, estén con nosotras en las próximas etapas del camino y nos abran a una renovada fecundidad carismática, vocacional y apostólica. Para esto intercedan san Pablo, de quien celebramos la fiesta, el beato Alberione, Maestra Tecla y todas las hermanas que nos han precedido fecundando nuestra historia con su santidad.

Con mucha gratitud y grande afecto.

Roma, 15 de junio de 2013
98° aniversario del nacimiento de las FSP


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