Cuaresma 2012

Carta de sor. M. Antonieta Bruscato, superiora general fsp

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Queridas hermanas y jóvenes en formación:

con el rito del Miércoles de Cenizas, también este año emprendemos el itinerario de conversión que nos hace entrar en la dinámica pascual de la muerte hacia la vida, en aquel progresivo despojo de sí, que es el camino a la plenitud. Este “santo viaje” está marcado por la presencia del Maestro que continúa llevando la cruz de los males del mundo junto a las muchas mujeres y hombres de «toda raza, lengua, pueblo y nación» (Ap 5,9) que siembran esperanza, enjugan lágrimas, promueven la paz y abren horizontes de comunión en una época herida por la falta de fraternidad.

Son estos últimos, dice Benedicto XVI en su Mensaje para la Cuaresma de 2012, los verdaderos discípulos del Señor que, «unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación tienen que ver con mi vida y mi salvación». Se trata de una pertenencia tan radical que no puede hacernos cerrar el corazón al otro; al contrario, nos suscita a “hacernos cargo” del otro, porque el otro me interesa, está en mi corazón…

Esta invitación a una fe que se hace concreta y legible de la atención al hermano y a la hermana es particularmente oportuno para nosotras, a menudo marcadas por las dificultades a fundar nuestras relaciones fraternas sobre una auténtica experiencia de fe, sobre motivos de fondo que sostienen nuestro estar juntas. Pero el amor recíproco, la actitud de hacernos cargo las unas de las otras, la tensión a caminar juntas en la santidad y la misma pertenencia a la comunidad, son condiciones básicas para percibir el grito de la humanidad de nuestros días, colmar la sed de Dios y testimoniar el mandamiento del Amor.

En este itinerario nos podrá ayudar el texto Con Jesús Maestro hacia la Pascua, preparado por hermanas de la Comisión para la animación sobre las Constituciones: Iluminadas por el Evangelio de los domingos de Cuaresma y por la historia de gracia contenida en Abundantes divitiae, nos ponemos con renovada fe en el seguimiento de Jesucristo, muerto y resucitado por nosotras, percibiendo «con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotras» (Porta fidei 15) y «la multitud de riquezas que hay en la Familia Paulina: “… para que la multiforme sabiduría de Dios” se manifieste ahora… mediante la Iglesia» (AD 4).

Caminando junto al Maestro y con toda la humanidad hacia la Pascua, emprenderemos, entonces, con humildad y valentía «la guerra más dura», aquella contra nosotras mismas, tal como propone la oración del patriarca Atenagora reportada al final del fascículo:

Si uno se desarma, si se despoja, si se abre al Dios-Hombre que hace nuevas todas las cosas, entonces el Señor borra el pasado malo y nos restituye un tiempo nuevo en el que todo es posible.

Es a lo que tantas veces nos ha estimulado Maestra Tecla:

Haciéndonos nosotras mismas instrumentos de paz… la paz es fruto de caridad, de comprensión, de concordia… por lo tanto sepámonos compadecer, soportar, disculpar… Sepamos callar y aceptar las pequeñas ofensas, también cuando creamos tener la razón (VPC 137).

Con la mirada fija en el Señor Jesús, en la cotidianidad comunitaria y apostólica, comprometámonos a ejercitarnos en la caridad, ayudarnos recíprocamente, hacernos don y ayudar a quien está en necesidad. De hecho, Cuaresma es también tiempo de solidaridad, de atención concreta.

Hermanas, en el corazón del camino cuaresmal, el 15 de marzo, celebraremos con alegría y gratitud el 59° aniversario de la aprobación pontificia de nuestro Instituto. Este es un motivo más para renovar nuestro compromiso a la santidad y dar nueva fuerza profética en la Iglesia.

Las abrazo con gran afecto, sintiéndome en comunión de alegría y de esperanza.

Sor M. Antonieta Bruscato
superiora general


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