Solemnidad de San Pablo apóstol 2014

Sor Anna Maria Parenzan, Superiora general fsp

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Roma, 30 de junio de 2014
Solemnidad de San Pablo apóstol

Queridas hermanas:

En el año centenario de la Familia Paulina, la celebración de la solemnidad de san Pablo, asume un significado particular porque nos recuerda nuestros más verdaderos orígenes:

«Cuando se trataba de dar inicio a la institución hubo quien sugería como protector un santo y quien sugería otro; pero cuando se dijo: san Pablo será nuestro protector, se escuchó una exclamación unánime de alegría. Los horizontes se ensancharon y todos fueron felices. Desde aquel día el nombre de san Pablo se ha propagado por medio de ustedes en las varias regiones. Han llevado a san Pablo a muchos lugares, han hecho una larga procesión “sui generis” y el pedestal sobre el cual se eleva san Pablo son sus corazones» (Don Alberione a las Hijas de San Pablo, 30 de junio de 1961).

Son expresiones fuertes: si las acogemos con sentido de estupor, pueden hacer brotar un deseo activo de crecer en el conocimiento de nuestro Padre para dejarnos envolver por aquella gracia que lo ha investido, deslumbrado, enardecido y que él ha descrito con palabras vibrantes.

«El amor de Cristo, el amor de Aquel que murió por todos, nos urge, nos empuja, nos posee…» (cf. 2Cor 5,14). El amor es aquella fuerza interior misteriosa que lo obliga a evangelizar; una fuerza a la cual no puede y no quiere sustraerse: «Anunciar el Evangelio no es para mí un motivo de gloria; ¡es una obligación que tengo, y pobre de mí si no anunciara el Evangelio!» (1Cor 9,16).

La pasión por Cristo lo toma y lo involucra. Cuando habla de Cristo o piensa en él, siente arder el corazón, se le ilumina la mente y la pluma canta en sus manos.

Don Alberione, ya en el año 1935 interrogaba a las Hijas de San Pablo:

«¿Nuestro amor a Jesús es tan grande que nos hace hacer lo que quiere él, nos hace ir donde quiere él, nos hace decir lo que le agrada a él, nos hace anhelar sólo a él y a él sólo? San Pablo había llegado precisamente a este alto grado por lo cual decía con verdad: “Caritas Christi urget nos”. ¡La caridad de Cristo nos urge! El amor de Jesús nos impulse en la propaganda, en la iglesia, en el estudio, en el apostolado… ¡Nosotros somos llevados por Dios y en él vivimos, nos movemos y somos!”».

En este tiempo tan lleno de a advenimientos, podemos crecer en la conciencia que nuestra vida, como la de Pablo, se desarrolla en una corriente de gracia. También nosotras somos pobres vasos de arcilla que encierran el tesoro del Evangelio. También nosotras, “empujadas” por un gran amor, somos “atraídas por la fuerza misteriosa del Espíritu que nos guía y nos envía a testimoniar y a comunicar a todos la Palabra de salvación. Las fatigas, la fragilidad y la debilidad que a menudo experimentamos, ponen en mayor evidencia la preciosidad del don: todo es obra de aquel Dios que elige con agrado los instrumentos más débiles para las empresas más grandes.

San Pablo nos done ser personas enamoradas, nos sumerja en su experiencia espiritual, nos ayude a redescubrir la raíz de nuestra más profunda identidad.

En el clima de alabanza, confiamos a él las 15 novicias que en Nairobi, Kinshasa, Antananarivo, Lipa, São Paulo y Buenos Aires, emitirán los primeros votos y las cuatro junioras que en Brasil se preparan a celebrar, en las próximas semanas, la profesión perpetua. Hacemos a estas jóvenes los augurios más cordiales y las acompañamos con la oración para que crezcan en la vocación con creatividad, entusiasmo y alegría.

Los más férvidos augurios a las hermanas que en la solemnidad de san Pablo, celebran el 25°, 50° u otros aniversarios de profesión. Sus vidas continúen siendo una irradiación de luz, un testimonio del Amor fiel de Dios, un perfume que se eleva continuamente al Padre por la salvación de todos.

Un abrazo afectuoso a todas.

Sor Anna Maria Parenzan
Superiora general


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