Tercer domingo de Cuaresma 2017

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Ex. 17,3-7; Sal 94; Rom. 5,1-2,5-8; Jn. 4,5-42

Un cansancio que “regenera”

 

El Señor Jesús llega a Samaria y «cansado por el largo viaje» se detiene en el pozo de Jacob. ¡Parece inusual leer que el Maestro, que no tiene límites para anunciar la venida del Reino, con obras y palabras y que es incansable en curar a las multitudes que se estrechan a él casi como para aplastarlo, que domina las fuerzaspotencias del mar como aquellas del mal y que no duerme para retirarse en oración, ahora pueda estar cansado sabe que está “cansado”!

¡Qué “viaje” habrá hecho para haberlo agotado a tal punto! Juan mismo lo deja intuir en los versículos que preceden a la llegada al pozo.

Jesús ha dejado el clamor de la habladuría farisaica acerca del bautizar de sus discípulos respecto al Precursor, casi como si fuera una competición en curso y se ha puesto en viaje como para tomar distancia de las lógicas y polémicas. Quizás su “cansancio” deriva de este viaje a través de la insensatez que lo circundaba, de los primeros rechazos a él y a su misión compartida con los apóstoles. Su corazón, su alma más que sus pies están cansados y por eso se detiene en el pozo, donde encuentra a una mujer samaritana. Una mujer, una extraña desconocida que va al pozo en la hora menos oportuna del día ‒ quizás por su situación afectiva poco convencional para el pueblo ‒, encarna la diversidad natural, social y moral. A ella le pide de “beber” para suscitar en ella el deseo del don que está por hacerle.

Entonces ¿qué tiene que ver el cansancio? Probablemente el evangelista quiere subrayar que, también el Maestro de Nazaret, en el encuentro con la desconocida, con lo diverso, se convierte en ocasión para rejuvenecer su corazón cansado. De hecho, ¿no es verdad que cuando queremos dar algo de profundamente nuestro, el fruto de tal don es una bendición también para nosotros mismos? ¿No es verdad que cuando ofrecemos amor nos sentimos colmados, haciendo la experiencia de que sólo dando se recibe? ¿No nos pasa así con la fe, que cuando la proponemos a los demás la sentimos renovarse con mayor fuerza, es más viva y más consciente en nosotros? Ciertamente, esto nos ocurre a nosotros, en vez, Jesús, es Hijo de Dios; pero su humanidad cansada es la misma de la nuestra, aquella que el Verbo de la vida asumió para conformarnos a él, a través de la gracia del Bautismo. Su humanidad marcada por el cansancio, como cargada por el pecado sobre la cruz se convierte en santuario del encuentro con Dios que dona el agua viva del Espíritu de amor. En esa, él nos da una cita para encontrarnos y transformar nuestras fragilidades y cansancios en ocasión para obtener gracias y convertirnos, a la vez, en fuentes para todos aquellos que, “diversos” de nosotros, encontraremos a lo largo de los desiertos del mundo.

Oración

Señor, como la samaritana estamos ante ti
necesitados de aceptación, de comprensión y de amor,
listos para tomar de tu corazón ya traspasado,
además de cansado, la fuerza para
transformar nuestras cisternas agrietadas
en surgentes para el mundo.

don Massimo TellanParroco di San Giovanni Crisostomo, Roma

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