Sr Lorenzina Guidetti

Con ojos de profeta

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Con ojos de profeta

Una pregunta simple, espontánea, tanto para comenzar, hicieron a mamá las dos Hijas de San Pablo que visitaban las familias de mi pueblo para la difusión de la buena prensa.

«Señora ¿cuántos hijos tiene?». «Cuatro», respondió mamá «Estoy preparando algunas cositas para una de mis niñas que va a Correggio (Reggio Emilia) a estudiar para maestra». «Señora, también nosotras tenemos en nuestra Casa Madre de Alba, niñas que estudian para maestra». « ¡Verdad!», respondió mamá, «Y ¿cuánto se paga ahí?».

¡Miren! Se paga menos que en Correggio, donde debía ir mi hija. «Entonces la mando con ustedes. Así la hacen crecer bien y estudiar más».

Con la ayuda del párroco, el interés de las hermanas y el consentimiento de mi madre, en el mes de enero de 1931, fui con ella a Alba. En la mañana, muy temprano, nos encaminamos hacia plaza San Pablo, frente a la cual se encuentra el Templo. Al abrir la puerta tuvimos una visión que no se puede contar. Una iglesia grande, grande, llena de sacerdotes, algunos en los bancos, otros celebrando en el altar mayor y en los altares laterales, muchos clérigos con hábito, muchos jóvenes, muchas hermanas en oración… A menudo y por muchos años, mamá me recordó la conmoción de aquella mañana.

Mamá regresó antes de la noche y yo fui admitida entre las estudiantes, grupo “Immacolatine”. Tenía 12 años; el próximo 23 de julio de 2013, cumpliré 94. Difícil contar. Difícil contarme. Demasiado tiempo. Muy denso. Diré algo. Una breve pausa sobre algunas etapas que considero particularmente significativas.

¿Qué había en Alba en 1931? No había nada. Para decirlo en breve y mirando con ojos de profeta, todo estaba en germen, Estaba la Casa, el Templo, la comunidad, la oración, el estudio, la escuela, el apostolado: tipografía, encuadernación, librería, expedición, bibliotecas itinerantes. Habían libros impresos y encuadernados, en común Sociedad San Pablo e Hijas de San Pablo. Habían revistas: Unione Cooperatori Buona Stampa (1918), Vita Pastorale (1912), el folleto litúrgico La Domenica, Madre di Dio (1924). Estaban las primeras Casas filiales: Salerno, Bari, Udine, Reggio Emilia, Génova y Palermo (1929). Se sentían los incontenibles tremores por las noticias que comenzaban a circular y que daban por seguro la apertura en Brasil (1931)…

En Alba viví los años de la formación. Todo ocurrió en la normalidad, en la gradualidad, dando tiempo al tiempo, respetando los ritmos del desarrollo, aceptando las lógicas del crecimiento. Un conjunto de oración, estudio, escuela, trabajo en tipografía-encuadernación, recreaciones rumorosas y festivas. Los partidos de vóleibol… ¡qué pasión!

No obstante todo (obviamente entiendo, las dificultades, el alimento, la disciplina, la falta de la familia…), me gustaba todo.

En mí iban entrando gradual y serenamente los deseos de hacer lo que hacían las hermanas: anunciar el Evangelio, hacer conocer a Jesús, ir a misión en lugares lejanos. Aquellas palabras escritas con caracteres grandes en cartelones colgados en toda la Casa: «Gloria a Dios, paz a los hombres», no me impresionaban sólo a los ojos, sino que iban penetrando en mi corazón.

El Primer Maestro y la Primera Maestra Tecla, ciertamente, estaban con nosotras. Eran el corazón, alma de todo, guías de esta Familia que se encaminaba con pasos decididos hacia un futuro de santidad y de gracia. De ese tiempo, no recuerdo encuentros particulares, personales.

Mi primer encuentro con la Primera Maestra Tecla ocurrió en la primavera de 1935, en Alba. En mi pupila, hora ya casi apagada, está impresa su figura: bella, acogedora, con ojos que jamás se olvidan…

Después de la toma de hábito, comenzaron para mí las experiencias apostólicas. Mi campo específico de apostolado ha sido la redacción. De ahí la preparación en los estudios superiores de filosofía, teología y ciencias sagradas, queridos y organizados por el Primer Maestro y que yo tuve la gracia de frecuentar. De estos estudios se habla con entusiasmo y asombro en la historia de las Hijas de San Pablo. Los profesores eran sacerdotes paulinos con calificaciones particulares. El mismo Primer Maestro enseñaba teología moral.

Al final de los estudios, como afirmación de que ellos estaban finalizados a la redacción, todas debíamos presentar una prueba escrita destinada a la prensa. Yo preparé el libro Lettere scelte, de san Francisco de Sales. Mandé el manuscrito al Primer Maestro, quien me lo remitió con una nota con pocas palabras: «Y ahora no dejar más la pluma». A decir verdad, la pluma la usé menos de lo previsto y la depuse por largos períodos.

Una iniciativa que me ocupó una decena de años y más, no a tiempo pleno, obviamente, pero con corazón pleno, fueron las “Fiestas del Evangelio” y las “Jornadas del Evangelio”. En colaboración con las hermanas de las Filiales, quienes se asumieron todo el esfuerzo de la organización; yo me hacía presente con conferencias, encuentros y reflexiones a diferentes grupos en las parroquias y agregaciones. Una idea magnífica para anunciar a Cristo Maestro Camino, Verdad y Vida. Una idea que desearía estuviera viva hoy, realizada y puesta al día.

En la Navidad de 1955 salió el “número cero de la revista semanal COSÌ, editada por las Hijas de San Pablo. Meses anteriores el Primer Maestro me había llamado para decirme que orara, pensara y me preparara para iniciar una revista para jóvenes. Yo sería la directora responsable. Esta es una historia que merece ser contada separadamente. Una historia inédita, interesante y larga. Una reflexión: COSÌ ha concluido. Su publicación ha terminado, pero la visión del Fundador está viva y actual. Él ve allí a las Hijas de San Pablo, en el corazón de la comunicación, en la dinámica actualizada de la publicación.

La narración de mi vida paulina sería desenfocada, miope y fragmentaria, si no sobresaliera en todo la figura de la Primera Maestra Tecla, icono de belleza y de bondad. Yo no solamente vi a la Primera Maestra, no sólo la encontré, saludé, escuché… Viví a su lado casi treinta años: en Alba, desde 1931 a 1936, después en Roma, desde 1938 a 1962. La quise mucho. Y me quiso mucho. Entre los tantos recuerdos, algún privilegio que me llena el corazón de alegría y de nostalgia.

Tuve el inestimable privilegio de acompañar a la Primera Maestra en dos viajes: Inglaterra e India. Admiré el afecto materno que la Primera Maestra demostraba a cada hermana, la solicitud por el bienestar de la comunidad, el interés por las varias iniciativas de apostolado y el modo concreto de inserirse en las diferentes Iglesias locales. En todos los lugares donde iba alimentaba la esperanza y encendía el entusiasmo.

Para mí, tanto en Inglaterra como en India, la cordial recomendación: «A Lorenzina hazle ver muchas cosas que le sirven para el apostolado ». Mientras yo veía muchas cosas, desde la mañana a la noche, ella siempre y solo en casa, siempre y solo para la comunidad y para el coloquio personal con las hermanas.

El viaje a India con la Primera Maestra Tecla no tenía planes sucesivos programados. De hecho, cuando en 1962 dejé la dirección de COSÌ, dejé también Roma. La Primera Maestra, al darme la noticia, me dijo: «Te mando a un lugar donde sé que te quieren. Te mando a Bombay, India». La salida de Roma concluyó en poco tiempo. Al vencer la Visa temporánea, la Primera Maestra se apresuró a escribir a Maestra Elena Ramondetti, superiora provincial, que su deseo era que yo, mientras esperaba regresar a India, fuera a cualquier otro país, alguna otra Casa de Oriente. Este fue el deseo de la Primera Maestra, que me llevó a Filipinas, Borneo, Japón y Corea.

Inolvidable y enriquecedor don y sorpresa, mi permanencia en Estados Unidos, en Inglaterra y en Australia. Se necesitaría al menos un pequeño capítulo para cada lugar donde estuve. Pero está escrito en el corazón con asombro y gratitud. He visto mundos nuevos, países desconocidos, culturas diversas. He conocido sobre todo muchas Hijas de San Pablo, de las cuales sólo se escucha hablar; en realidad es necesario ver dónde viven, qué hacen, cómo se entregan con fe, valentía y entusiasmo a la causa del Evangelio.

Regresé a Italia con un buen bagaje de experiencias, la comparé con las experiencias de dos comunidades de las que fui superiora: Alba y Roma, vía Antonino Pio. Dos comunidades grandes, vivaces, complejas, que aún en las dificultades y en los problemas, saben edificar, ser creativas, tener los ojos abiertos, mantenerse en la actitud de quien está pronto a “lanzarse hacia adelante”.

En una conversación con Sor Filippina Busso, volviendo a los recuerdos comunes, al improviso, con ojos luminosos y palabras límpidas, Sor Filippina exclamó: « ¡Qué bella vida hemos hecho!». Sí, Filippina, también yo lo digo contigo: ¡Qué bella vida hemos vivido, en una admirable Familia! ¡Es admirable ser parte de ella!

Sor Lorenzina GuidettiItalia

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