La esperanza de la Cruz

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1º diap.
Es necesario que el Hijo del hombre sea elevado… (música de fondo)
En cuanto a mí, jamás presumo de algo que no sea la Cruz de nuestro Señor Jesucristo; él es nuestra salvación, vida y resurrección; por medio de él hemos sido salvados y liberados (cf. Gál 6,14).
 
2º diap.
Nuestra mirada se fija en Jesús Crucificado para contemplar el gran Amor con el cual el Padre amó al mundo…y renovar en nosotros la certeza que sólo el Señor, crucificado y glorioso es la única esperanza del hombre.
3º diap. 
Canto
Escucha y vivirás… (Galliano-Semprini)
El Señor tiene que decirte algo,
el Señor quiere hablarte.
En el silencio dispone tu corazón
si a tu Dios quieres escuchar.
Escucha y vivirás…
El Señor te quiere encontrar,
en tu corazón quiere habitar
A su invitación no puedes renunciar
si con Dios quieres vivir.
Escucha y vivirás…
4º diap.
Del Evangelio de Juan:
“… Nadie ha subido al cielo, a no ser el que vino de allí, es decir, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”. (Jn 3,13-16)
(música)

5º diap.
El Papa Juan Pablo II expresa la certeza de que la Iglesia ha de ofrecer el bien más precioso y que nadie más puede darle: la fe en Jesucristo, fuente de la esperanza que no defrauda… En base a esta confesión de fe, brota de nuestro corazón y de nuestros labios, una alegre confesión de esperanza:
“…¡ tú, Señor, resucitado y vivo eres la esperanza siempre nueva de la Iglesia y de la humanidad; tú eres la única y verdadera esperanza del hombre y de la historia; tú eres entre nosotros “la esperanza de la gloria”, ya en esta vida y también más allá de la muerte! (Ecc. in Europa n. 18).
 
6º diap.
Expresamos nuestra disponibilidad de anunciar a Cristo, esperanza de la gloria con un canto o una oración espontánea.
7º diap.
“Y yo, una vez que haya sido elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí…” (Jn 12, 32)   (música)
8º diap.
De la Carta de San Pablo apóstol a los Romanos
“Una esperanza que no defrauda porque, al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones. Nosotros estábamos incapacitados para salvarnos, pero Cristo murió por los impíos en el tiempo señalado.
9º. diap.
…aunque por una persona buena, quizá alguien esté dispuesto a morir. Pues bien, Dios nos ha mostrado su amor ya que cuando aún éramos pecadores Cristo murió por nosotros”  (Rom 5,5-8).
(música)
La esperanza no siempre da resultados visibles, sin embargo nos da la posibilidad de no detenernos. Cuando es de noche es más bello creer en la luz. La única cosa que puede impedir que un sueño se realice, es el miedo de fracasar.
Esperanza, en cambio, es seguir creyendo cuando ya no hay esperanza.
 
10º. diap.
La palabra de la cruz es poder de Dios.
En la palabra de la cruz resplandece con toda su luz: el sentido, la fuerza y la misión de aquella virtud que llamamos:
11º. diap. 
La Esperanza.
Así la describe el poeta Charles Peguy:
“Ella es la fuente de la vida, es el germen de todo nacimiento espiritual.
Es la que hace brotar y rebozar la gracia…
Por ser pequeña, se piensa que tenga necesidad de las otras virtudes para caminar: en cambio son las otras las que tienen necesidad de ella”.
La pequeña esperanza es una virtud tan poderosa y tan sublime que el poeta, no teme atribuirla al corazón de Dios. Dios ama tanto a los hombres que se digna esperar en ellos y no quiere alejar su esperanza ni siquiera del más miserable pecador.
12º. diap. 
“Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único” (Jn 3,16).
La esperanza nos invita a contemplar a Dios y a considerar el mundo con ojos nuevos. Nos hace escuchar nuevamente la Palabra que no se confunde con ninguna otra palabra, nos ayuda a reencontrar a Dios, que es amor.
13º diap.
Escribe de nuevo el Papa:
“María (…) criatura nueva plasmada por el Espíritu Santo, hace crecer en nosotros la virtud de la esperanza. A ella, Madre de la esperanza y del consuelo, dirigimos confiadamente nuestra oración: pongamos en sus manos el futuro de la Iglesia y de todas las mujeres y  hombres del mundo” (Ecc. in Europa nº 125).
14º. diap.
“¡María, Madre de la Esperanza, camina con nosotros”!
Enséñanos a proclamar al Dios vivo;
ayúdanos a dar testimonio de Jesús,
el único Salvador;
haznos serviciales con el prójimo,
acogedores de los pobres, artífices de justicia,
constructores apasionados de un mundo más justo;
intercede por nosotros que actuamos en la historia
convencidos de que el designio
del Padre se cumplirá.
Invocación: María, Madre de la esperanza, ruega por nosotros
 
15º. diap.
María, aurora de un mundo nuevo,
muéstrate Madre de la esperanza
y vela por nosotros!
Vela por toda la Iglesia:
que sea transparencia del Evangelio;
que sea auténtico lugar de comunión;
que viva su misión
de anunciar, celebrar y servir
el Evangelio de la esperanza
para la paz y la alegría de todos.
Invocación: María, Madre de la esperanza, ruega por nosotros
16º. diap.
Reina de la Paz
protege la humanidad del tercer milenio!
Vela por todos los cristianos:
vela por todos los jóvenes,
esperanza del futuro.
Vela por los responsables de las naciones:
que se empeñen en construir una casa común,
en la que se respeten la dignidad
 y los derechos de todos.
Invocación: María, Madre de la esperanza, ruega por nosotros
17º. diap.
María, danos a Jesús!
¡Haz que lo sigamos y amemos!
Él es la esperanza de la Iglesia
y de la humanidad.
Él vive con nosotros, entre nosotros en su Iglesia.
Que la esperanza de la gloria
infundida por Él en nuestros corazones
dé frutos de justicia y de paz.!” (Ecc. in Europa n. 125).
Invocación: María, Madre de la esperanza, ruega por nosotros
 
18º. diap.
“Iglesia de Dios…¡no temas!
En el Evangelio, que es Jesús, encontrarás la esperanza firme y duradera…
¡Ten seguridad! ¡El Evangelio de la esperanza no defrauda!
Es luz que ilumina y orienta tu camino;
es fuerza que te sustenta en las pruebas;
es profecía de un mundo nuevo” (cf. Ecc. in Europa n. 121).
19. diap.
“Señor, nos abrace
tu misericordia,
porque sólo en Ti,
Palabra viviente,
Crucificado por amor,
nuestros miedos
y nuestros “’por qué?”
se transforman en luz.
20º. diap.
Te saludo, oh Cruz santa, que llevaste al Redentor,
gloria, alabanza y honor te canta cada lengua y cada corazón.
Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.

Allegati