Una gran pasión la comunicación

Sr Eliete Maria Duarte, Portogallo

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Nel silenzio, e da molto tempo, portavo nel cuore un altro sogno: lavorare per le missioni. Dove non si può arrivare personalmente, sempre si può arrivare con gli strumenti della comunicazione.
Eliete Maria Duarte, fspComunità LISBOA CD (Portogallo)

Nací en un rincón muy bonito de Portugal, en las laderas de las colinas de Monchique, el 18 de junio de 1949. Soy la quinta hija de Celeste y Sabino. Crecí en una familia numerosa, rodeada de mucho amor. Mi padre nos repetía que nunca faltaría el amor a ninguno, a pesar de ser muchos: siete hijos, a los que se sumaban los primos… En la mesa, como en los campos, era siempre una fiesta. Mi padre, aunque apenas sabía leer, era un buen líder y distribuía muy bien el trabajo entre todos nosotros.

Asistí a la escuela hasta el cuarto grado, porque en aquel tiempo eran pocos los niños del campo que podían estudiar. Nosotros éramos trabajadores de una tierra de la que se obtenía poco más del sustento necesario.

En mi familia se respiraba mucha fe; orábamos juntos, sobre todo se rezaba diariamente el rosario. Desde la edad de siete años asistí al catecismo y participé en la Acción Católica. Cuando era una adolescente, una dirigente de AC nos dijo que una mujer debe orar veinte años antes del nacimiento de su hijo para obtener del Señor el privilegio de contar con un sacerdote. Yo, que soñaba con el matrimonio, desde aquel día comencé a rezar según esta intención. Pero estaba muy lejos de pensar que Dios me querría para sí…

No fue fácil para mí entender y aceptar la invitación del Señor. Luego, en la Cuaresma de 1968, durante un retiro de tres días, sentí un fuerte llamado a una vida de intimidad con Jesús. En el verano de ese mismo año, durante un campamento de la escuela, tuve la oportunidad de iniciar un serio discernimiento vocacional, adecuadamente acompañada. Regresé a casa y retomé los estudios. Dejé el campo y el aire limpio y fresco, y busqué un trabajo. Vendía diarios en un quiosco para poder asistir a un curso intensivo de dos años y llegar así a la madurez. Dejé de lado todo, también la inquietud vocacional.

Tuve nuevos amigos; me dediqué con entusiasmo en Acción Católica y hasta tuve un novio… Pero a un cierto punto, volvió aquella insatisfacción que nada ni nadie podía llenar. Tuve la clara sensación que el Señor me estaba llamando a ser misionera. Hablé con el director espiritual. Fue categórico: «Misionera sí, pero en familia y en el ambiente en el que vives; no tienes necesidad de ir fuera de tu país» Pero yo me sentía tan segura. Cada vez se hacía más clara, en mí, la convicción que no habría podido dedicarme sólo a un hombre y a una familia. El amor que sentía dentro no podía quedar encerrado dentro de los muros domésticos. Entonces decidí entregarme totalmente al Señor. Tenía 25 años. La lucha fue dura. Pero, si bien el tiempo de la decisión fue largo, después ya no tuve tiempo para las dudas.

Estoy muy agradecida a Jesús por la paciencia en esperar que yo percibiera su invitación, y más aún por su presencia en mi vida. Hoy más que nunca comprendo el verdadero sentido de una de las primeras expresiones que escuche en la congregación: la gracia de la vocación.

Paulina, ¿por qué? Porque era y sigo siendo apasionada de comunicación. En el tiempo de mi elección vocacional trabajaba como telefonista y operadora de telex en uno de los mejores hoteles de Algarve. Me fascinaba estar en un pequeño ambiente pero poder comunicarme con todo el mundo. Era una emoción indescriptible, una verdadera pasión, que nunca me ha dejado. Me sentía habitada por una multitud inmensa, a la que estaba enviada.

Entré en la congregación en agosto de 1974. Hice el noviciado con otras dos jóvenes que me habían precedido. Estaba acostumbrada a trabajar sola, y no fue fácil aprender un estilo de vida diverso. Después de pocos meses quedamos dos. Escuché a las hermanas mayores hablar de grupos de veinte, cuarenta, cincuenta, ochenta novicias… y sentía una cierta envidia, tanto era el deseo de una comunidad grande. Cuando, después de tres años de propaganda, nos mandaron a Brasil, comprendí que mi sueño se realizaba. Durante cuatro años formamos parte de un maravilloso grupo internacional, formato por brasileñas, chilenas, venezolanas y portuguesas. Fue una experiencia que superó todas mis expectativas. Aún hoy conservo la memoria.

sr EliteRegresé a Portugal en 1983 e inmediatamente tuve que enfrentar una gran dificultad. Fue necesario volver a adaptarme, casi recomenzar, sobre todo volver a re-impostar la organización de la Editorial.

Las Hijas de San Pablo habían llegado a Portugal en 1950 e inmediatamente comenzaron a publicar libros, algunos de ellos con éxito.

Pero era un esfuerzo esporádico, confiado a la buena voluntad de las hermanas, en medio de tantas otras cosas por hacer. En Brasil trabajé en todos los sectores editoriales, para poder asumir este encargo al regresar. Los primeros tiempos fueron fatigosos: tomar en mano proyectos, contratos; conocer las leyes para imprimir, registrar, divulgar; encontrar autores, traductores, tipografía, colaboradores; dar visibilidad y consistencia al catálogo… Trabajaba en mi pequeña habitación, y mientras tanto soñaba. ¡Hasta que el sueño salió por la ventana y tomó la forma de una pequeña casa en el jardín, con ocho modestos locales para la redacción y la administración, y un depósito! Finalmente teníamos el espacio para asumir a los primeros dos colaboradores.

Fueron tiempos muy lindos, de intensa pasión apostólica. Para la gráfica llegó de Brasil Sor Dulce Tramontina y después, de Italia, Sor Delfina Repetto. Nueva etapa, nueva adaptación. Nuestro trabajo humilde y constante, sin embargo, ganó la confianza del público y de algunas personas de Iglesia. La Editorial crecía en libros, CD y Mini media en las diferentes áreas, según una planificación que preparamos juntas, teniendo en cuenta el Evangelio, el pueblo, la Iglesia y los acontecimientos, siempre conducidas por el sentido pastoral del Fundador.

En silencio y desde mucho tiempo conservaba otro sueño en el corazón: trabajar por las misiones. Donde no se puede llegar personalmente, siempre se puede llegar con los instrumentos de la comunicación. Por lo tanto: ¡enviar libros y otros materiales a nuestras hermanas misioneras en África!

Nunca me di por vencida y lo que parecía imposible sucedió. En el 2003, año de la beatificación de Don Alberione, constaté también este sueño convertido en realidad con la construcción de la nueva casa del apostolado, donde hoy podemos desarrollar la misión no sólo para nuestro país, sino también editando para las hermanas de los pueblos africanos de lengua portuguesa.

En el 2005 tuvimos una gran alegría: junto a las hermanas de Mozambique y de Angola, publicamos la Biblia Africana, con el texto portugués de la Editorial Bíblica y las introducciones y notas de la African Bible de las Paulinas de Nairobi.

Soy muy feliz. Si volviera atrás, haría de nuevo todo lo que he hecho… quizás un poco mejor.

Estoy profundamente agradecida a Dios, a mi familia y a la congregación. ¡Verdaderamente tenemos un carisma que nunca se acaba!


LA FUNDACIÓN EN PORTUGAL

El día 17 de septiembre de 1950 llegaron a Lisboa dos Hijas de San Pablo con el encargo de abrir una casa en Oporto. Eran Sor Nazarena Martins, brasileña y Sor Maria Nives Mechis…

Las primeras jornadas de propaganda revelaron inmediatamente los varios géneros de dificultades y obstáculos que encontrarían: indiferencia hacia hermanas extranjeras, buen porcentaje de analfabetismo, condiciones económicas míseras, impedimentos para la propaganda colectiva y el mal tiempo. Pero como una buena Hija de San Pablo, no se deja impresionar por ningún obstáculo, aquellas dos primeras hermanas fueron heroicas en su constancia.

El Primer Maestro había ido a Lisboa a la Sociedad San Pablo, pero sabiendo que las Hijas de San Pablo se encontraban en dificultad, dejó de lado el cansancio y aceptó la fatiga de seis-siete horas en camión para ir a verlas en Porto. ¡Con cuanta alegría y agradecimiento fue recibido en la pequeña casa! ¡Y cuánta valentía nueva sintieron todas las hermanas! Él las bendijo y les dijo que llenaran la casa de méritos: “Mayores dificultades, mayores méritos. Pero tienen con ustedes tres consolaciones: el Evangelio, la Virgen y la Eucaristia”.