Encontrar Cristo a través de los libros

Piermaria Kondo Rumiko, hsp

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Soy Piermaria Kondo Rumiko. Hija de un carpintero, nací en la prefectura de Ehime, en el nor – oeste de la isla de Shikoku. Mi familia profesa las creencias tradicionales del Japón. Cuando nací mis padres me presentaron y ofrecieron en el Templo, como la mayor parte de los japoneses. De niña, el primer día del año nuevo siempre iba al Templo sintoísta. Durante mi niñez seguía la fe de mi abuela, muy devota a las reglas sintoístas y budistas: donde encontraba una de sus estatuas rezaba a Buda, alimentando en mí un profundo amor por Dios.

Como me encantaba leer, frecuentaba una librería. Allí iba para encontrar algún libro que leer y un poco de tranquilidad, pero también estímulos para mi vida. Así descubrí un libro de Carl Hilty, For Sleepless Nights (Para noches sin dormir) lleno de citaciones bíblicas. De los versículos del Evangelio, he recibido mucha consolación y entonces he comenzado a leer la Biblia.

Me di cuenta que Jesús nunca me habría abandonado, sin importar lo que hubiese sucedido en mi vida. He tenido la confirmación leyendo el Evangelio de Juan: «Todo lo que el Padre me da viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré» (Jn 6, 37).

Luego, a través de los versos de una canción en boga con los protestantes: «Maestro, toda oferta de amor es pesada y dulce», me pareció escuchar la llamada de Jesús. Comencé a frecuentar una iglesia protestante y poco a poco nace en mí el deseo de dedicarme al Señor para toda la vida. Expliqué al Pastor lo que sentía y él me sugirió de ir a una iglesia católica, porque la protestante, no estaba organizada para recibir a personas que entendían seguir una vida de especial consagración.

Un día he encontrado a una señora que trabajaba en la recepción de una iglesiacatólica. Esta mujer se ha convertido enseguida en mi madrina. He hablado con ella de mi deseo de ser religiosa, y me ha guiado y estimulado. Después de dos años de catequesis y de formación cristiana, he recibido el bautismo. A los 24 años me convertí al cristianismo, después de un período de dificultades personales y una enfermedad.

Mi madrina tenía dos amigas entre las Hijas de San Pablo. Así he podido conocer la belleza de la vocación paulina. El testimonio de aquellas hermanas me hizo entender dónde el Señor me estaba llamando. Así he entrado en esta “admirable” familia religiosa.

Para mí la fe ha sido una gracia y la vocación me ha hecho feliz. Aunque si mis padres no compartían mi elección, me han dejado partir y en 2012, he emitido mis votos perpetuos. No he sentido jamás el deseo de convertirlos, porque la fe es una gracia y estoy segura que también ellos, creen en Dios, aunque sí lo adoran en forma distinta.

Mi padre, hoy ya no está. A mi único hermano todavía le cuesta comprender mi opción y de igual modo a mi madre, pero por el amor que me tienen continúan diciéndome de ser feliz en mi vocación.

Piermaria Kondo Rumiko, hsp


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