Apóstola de Jesucristo

Hna. Magdaline Ishaq

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Recordando la historia de mi vocación y la abundancia de bendiciones recibidas en 25 años de profesión religiosa, agradezco y alabo al Señor. He podido participar en la gran misión paulina en tierra pakistaní, llevando a Jesús con nuestro apostolado específico.

Nací en Pakistán, en una familia de siete hijos: tres hermanos y cuatro hermanas. Yo soy la segunda. Criada en un ambiente religioso, desde pequeña respiré una profunda fe. Mi padre, en la mañana temprano, leía la Biblia y cantaba los Salmos en Punjabi, la lengua nativa que más tocaba nuestros corazones. Mi madre es una persona muy devota, fiel a las oraciones y las novenas, con una devoción especial a Nuestra Señora. El rezo del Rosario es parte de su jornada diaria. Todas las noches, antes de acostarse, nuestros padres reunían a toda la familia para la oración vespertina.

La parroquia donde nací, está dedicada a san Pablo y es una de las más grandes y más activas de la arquidiócesis de Karachi. Yo era miembro del coro y de la escuela dominical. De niña, reunía a mis primos y los llevaba a la Misa dominical. Lentamente, nació en mí, el deseo de ser religiosa, a pesar de que yo no entendía dónde y en qué apostolado. Cuando encontré a las primeras misioneras Hijas de San Pablo, pioneras en Karachi, el testimonio de sus sonrisas, el entusiasmo y las incansables actividades en las parroquias y en las escuelas, especialmente al proyectar películas por la noche en los grupos cristianos, mi deseo se hizo más claro. Sorprendente era descubrir, cómo las religiosas tradujesen del italiano al urdu y al panjabi. Verlas regresar a casa, después de haber estado con la gente, catequizar con las películas y trasladarse de la ciudad a las poblaciones y suburbios, siempre en movimiento, con pesadas cajas de libros, me motivó hacer una investigación para descubrir el secreto de su vida. Era uno solo: hacer llegar a todos el Evangelio.

Participando en las reuniones que organizaban en la parroquia, un día sentí que finalmente había encontrado el camino para responder al Señor. Con el consentimiento de mi familia, entré con las Hijas de San Pablo en 1989. Aún recuerdo el sufrimiento del desapego. Todos vinieron a saludarme y mis padres me bendijeron. En un interminable viaje de 24 horas, sentada en tren, dejaba Karachi hacia Lahore.

Al llegar, la Hna. Mercedes Randisi, una religiosa italiana con los ojos brillantes y una dulce sonrisa, que más tarde se convertiría en mi formadora y muchas otras jóvenes en formación, me dieron una cálida bienvenida. Me sentí como si hubiera llegado a un lugar sagrado, con muchas cosas extrañas, pero también emocionantes. Encontré un clima de alegría y una atmósfera serena. Participé con empeño en los momentos de estudio y oración, pero sobre todo, me gustaba visitar a las familias, orar con ellas y escucharlas.

No puedo olvidar las lecciones del noviciado intercongregacional y a nuestros queridos profesores, que nos han formado como el alfarero al barro. El día de la profesión religiosa, fue el más hermoso de mi vida: pertenecer finalmente a Jesús como Hija de San Pablo. Después de la profesión, junto con Hna. Agnes Grones, pude vivir la experiencia apostólica, encontrando a muchas personas.

Posteriormente fui enviada a Roma para estudiar, un tiempo de gran enriquecimiento espiritual y cultural. Ver la ciudad de Roma, la tierra de los apóstoles y mártires, los lugares de fundación de la Familia Paulina, fortalecieron en mí la fe y la pertenencia a la Congregación.

Después de la profesión perpetua, comprendí que había llegado el momento de devolver lo recibido. Estoy agradecida de mis superiores por la confianza que han tenido al confiarme la tarea de la formación.

En ocasión de los 25 años de profesión religiosa, junto con Hna. Meena Inayat, quien celebra conmigo esta importante etapa de nuestra vida, deseo expresar nuestro agradecimiento al Maestro Divino por haber sido nuestro fiel compañero de viaje. Estamos agradecidas a la Congregación, a la Delegación de Pakistán, a nuestras familias, a nuestros amigos, a las formadoras, a las comunidades religiosas, a los sacerdotes y hermanas, a los catequistas y a todos los fieles laicos que nos han apoyado en el compromiso de vivir y comunicar a Jesús sobre los pasos de San Pablo.

Magdaline Ishaq, fsp


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