Roma, 30 de junio de 2025
Queridas hermanas y jóvenes en formación:
Nuestros días están marcados por el miedo y la incertidumbre. Cada día se abren campos de batalla en el mundo, se justifican las guerras y se legitima el poder militar como “garante de paz”. El comentario del primer ministro israelí sobre el ataque estadounidense a Irán invita a la reflexión: «La paz se construye con la fuerza», el equivalente del viejo dicho: «Si quieres la paz, prepárate para la guerra»… Y Dios, por “poderosos” de la tierra, a menudo es “alistado” en estas guerras absurdas y sangrientas.
Para los “verdaderos” cristianos resuenan con fuerza las palabras del apóstol Pablo, que nos recuerda en todas sus cartas que hemos sido implicados por el Señor en su proyecto de amor y comunión, gracias a la vida entregada por su Hijo por nosotros. Y Cristo, «nuestra Paz» (Ef 2,14), nos hace capaces de asumir un estilo de vida desarmado, que tiene el sabor profético del Evangelio recibido y vivido, que no responde a la violencia con más violencia, sino que practica la superación del mal con el bien (cf. Rm 12,21).
Pablo nos enseña que la paz es un don que nace de la Cruz (cf. Col 1,20) y se difunde en el mundo a través del testimonio de quienes se han encontrado con el Amor crucificado; es fruto del Espíritu (cf. Gál 5,22), cuyo fuego es fuente de unidad y fraternidad contra todo egoísmo, derriba las barreras de la desconfianza y del odio, crea espacios de acogida y de diálogo, libera del miedo e infunde el valor de salir al encuentro de los demás con la fuerza desarmante de la misericordia. Por eso, la paz es también un camino y un compromiso concreto para construirla en nosotras mismas, dejando que guíe nuestros pensamientos, opciones y comportamiento. Solo así puede convertirse en una “vocación compartida” y transformarnos en “artesanas de la paz” que entran en los pliegues de la humanidad para reparar donde otros desgarran.
Esto lo entendió muy bien Etty Hillesum, la joven judía holandesa víctima de la Shoah, que anotó en su Diario: «Más adelante deberemos construir un mundo completamente nuevo. A cada nuevo crimen u horror tendremos que oponer un nuevo trozo de amor y bondad que habremos conquistado en nosotros mismos… Una paz futura sólo puede ser verdaderamente tal si primero la encuentra cada ser humano en sí mismo».
Queridas, en esta solemnidad tan importante para todas nosotras, quisiera, también en nombre de las hermanas del gobierno general, hacer llegar mis mejores deseos a cuantas, en diversas partes del mundo, han pronunciado su generoso sí en la primera profesión o en la perpetua, y a las hermanas que celebran la fidelidad del Señor en el aniversario de su profesión.
Con afecto, en profunda comunión,
Hna. Anna Caiazza
Superiora general

