Cuando se lleva a una mujer sorprendida en adulterio ante Jesús, se lleva la evidencia del error ante sus ojos. Una mujer indefendible. ¿Qué hacer ante la encarnación del error?
Jesús no dice nada, escribe en el suelo, diluye el tiempo. Lo primero que se comprende al leer esta página es el señorío de Jesús, no se deja llevar por los acontecimientos. No tiene urgencia por arreglar las cosas, no tiene miedo del mundo, no tiene miedo del mal, no tiene miedo de ser juzgado, no tiene miedo del error. Jesús no tiene miedo de nada. Se toma su tiempo, no se deja aplastar por las cosas. Su corazón está custodiado en otro lugar.
Toma esa violencia que siente a su alrededor y hace algo hermoso, una de esas cosas que cambian tu perspectiva para siempre: cambia tu atención. Pide un cambio de responsabilidad. Pide exposición. No es una acción decisiva, ya lo veremos, no vence a la violencia, pero ayuda a la conversión de la mirada, el primer paso: la responsabilidad. ¿Quién de ustedes está libre de pecado? Que es como decir: con respecto al error, ¿de qué lado estás? ¿Estás del lado de los que tiran piedras? ¿Y qué creen que están haciendo, enterrando el pecado? ¿Estás del lado de los que creen saber siempre de qué lado está la verdad?
¿De qué lado estás? Sí, “tú” y no “ustedes”, con un “quién” Jesús elimina las identidades personales del montón. En el montón mi piedra está mezclada con otras piedras, pero eso es un juego de cobardes. La verdadera pregunta, la que viene a sacudirnos aún hoy es “¿yo de qué lado estoy respecto al mal?”.
Sí, “tú” y no “ustedes”, con un “quién” Jesús elimina las identidades personales del montón. En el montón mi piedra está mezclada con otras piedras, pero eso es un juego de cobardes.
La verdadera pregunta, la que viene a sacudirnos aún hoy es “¿yo de qué lado estoy respecto al mal?”.

