La acción ética del periodista

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La experiencia del hombre bíblico enseña que solo ve quien conoce interiormente. Ver sin conocer es simplemente imponer a los demás su punto de vista, es la experiencia de quien utiliza su poder sin convertirlo en servicio. Conocer sin ver es vivir encerrados en sus propias seguridades, pensando que la vida no cambia y que no nos cambie. Por esto, cuando no conocemos a las personas que viven a nuestro alrededor corremos el riesgo de no verlas más. Veo si encuentro, de lo contrario vivo en la ceguera profunda de la vida.

La Escritura narra la vida de hombres y mujeres que han cambiado radicalmente su historia porque han decidido conocer a Dios en el Hijo Jesús a través de un camino que san Ignacio define “de la criatura a Creador”, “de amigo a amigo”. Es en esta intimidad con el Señor, hombre como nosotros, donde se comienzan a ver los mundos en los cuales estamos inmersos y a reconocer los retos de nuestra humanidad: el significado de perdón, amor, tolerancia, sufrimiento, justicia… Es esta la fuente dinámica que vale también para los periodistas que están llamados ante todo a ver. En lo que se ve y sobre todo, cómo se ve, se juega toda aquella calidad (humana) de la comunicación.

Por esto el último milagro del Evangelio de Marcos es precisamente aquel de la curación del ciego. ¿Qué quieres que te haga?», le pregunta el Señor al ciego. «Que yo recobre la vista», le responde. Su grito detiene al Señor y la fe del ciego “convierte” a Jesús que lo sana. Es el milagro del seguimiento, no de la sanación, que transforma al ciego en un discípulo, que finalmente podrá ver lo que el Señor hará por él en la cruz.

Pero hay algo más. El periodismo está llamado a comprender, a hacer entrar en el espacio del conocimiento lo que ocurre. La comprensión (del latino comprehensio-onis) es la capacidad de entender a alguien o alguna otra cosa. No por nada se dice a otro “te comprendo”. También este verbo provoca la acción moral del periodismo. Comprender incluye la razón, pero involucra también los afectos. Si se comprende la profundidad de un sufrimiento o de una alegría que se debe narrar… entonces ya no se puede ser como antes. Cuando un periodista logra comprender las raíces profundas de lo que narra significa que ha comprendido la verdad que encierra. Pedro esto tiene una condición: Si se habla de reconciliación es importante estar reconciliados para “ser comprensivos”; si hablo de diálogo debo saber realizarlo en primera persona; si se trata de narrar el tema de la paz debo saberla construir…

Nunca se logra comprender solos, siempre se tiene necesidad de que otro nos acompañe. El grande rey David ha tenido necesidad de Natán, Pablo de Ananías, el discípulo Natanael de Felipe, Francisco Saverio de Ignacio de Loyola, etc. Así la comprensión de lo que ocurre en el mundo del periodismo siempre se adhiere a la calidad relacional y a la humildad para aprender.

Finalmente, la narración. La vocación del periodismo no es otra que el de la narración de la vida: la vida, la muerte, las tragedias, las historias, los cambios antropológicos, los morales… y hacerlo siempre con gran respeto hacia las personas. En pocos años los lenguajes del periodismo se han transformado de lo racional y geométrico de los años Setenta, a aquel emotivo de los años Noventa, a aquellos narrativos de estos últimos años. Este último lenguaje podría no responder a la verdad si pretende ser exhaustivo y arrogante. Los Evangelios nos enseñan que a menudo la verdad de la existencia no es comprensible y se requiere usar como Jesús un lenguaje metafórico: «El Reino de Dios se puede comparar a». Narra el periodista espiritualmente libre que no es corrupto ni está involucrado en compromisos conformistas. De lo contrario sus narraciones se transforman siempre como en una especie de auto-justificación.

La narración quiere ante todo responsabilidad: «Cuando se es responsable — escribe el filósofo moral E. Levinas —, se responde siempre por otro hombre. Nosotros, cierto podemos ignorarlo, pero en realidad también somos responsables de lo que les ocurrió hace un momento, a aquellos que han pasado cerca nuestro. Esta es la responsabilidad». Esta es la enseñanza que hará crecer al periodismo italiano.

Francesco Occhetta, sjPeriodista y escritor de Civiltà Cattolica


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