La Fuente de Trevi se ha teñido de rojo como la sangre de los mártires.

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En Roma, la tarde del 29 de abril, para sensibilizar a la opinión pública sobre los 200 millones de cristianos perseguidos en el mundo y, a menudo, olvidados, la Fuente de Trevi se ha teñido de rojo como la sangre de los mártires, mientras en la superficie se proyectaban imágenes  de martirio. La iniciativa, organizada por la asociación Pontificia, Ayuda a la Iglesia que sufre, ha sido promovida para recordar a todas las víctimas masacradas hoy a causa de su fe. Desde Irak a Siria, desde Nigeria a Pakistán, cada día las crónicas nos consignan episodios de discriminación y violencia. En la manifestación han participado testigos excepcionales, entre ellos, mons. Antoine Audo, obispo caldeo de Aleppo, ciudad símbolo del drama de los cristianos en Siria. Es justamente mons. Audo, quien, en primer lugar ha tomado la palabra, ha pedido a Roma y a todo el Occidente abrir los ojos frente al horror que, desde hace cinco años viven los habitantes de su ciudad. 300 mil personas asesinadas, 7 millones de desplazados, otros 5 refugiados en los Países limítrofes, 2 millones de  niños privados de la escuela.
 
Se han recordado también a don Andrea Santoro, sacerdote italiano asessinado en Turquía en el 2006, el paquistaní Shahbaz Bhatti, primer y único ministro católico en el País, las cuatro Misioneras de la Caridad, cruelmente asesinadas en Yemen y los 148 estudiantes de la Universidad de Garissa asesinados el año pasado en Kenya.