Al final, todo el mundo comete errores. Pero en realidad todos porque así es la vida, no gana el sentido común, no gana la lógica, no somos existencias compuestas y educadas.
Este pasaje es una parábola que revela lo que es la vida: herencias malgastadas, pretensiones, concesiones, amores inesperados, arrebatos de afecto, vacíos terribles, silencios embarazosos, invitaciones no recibidas, rencores latentes, celos, resentimientos, caminos interrumpidos, malentendidos, fraternidades amargas, paternidades incómodas y libertades no deseadas.
Y quizás el padre también se equivoca, pero se equivoca por exceso de confianza, por su obsesión por la libertad. Concede la libertad a unos hijos que no quieren dejar de ser esclavos. El padre quizá se equivoca, porque al final todos nos equivocamos, pero lo hace para conceder la libertad.
Incluso al hijo mayor lo que es mío es tuyo, una invitación a salir de la lógica de la compensación, una invitación a tomar las riendas de la propia vida para empezar a decidir, una invitación a dejar de esperar a que otros resuelvan la historia por nosotros.
Quizás el padre también se equivoque, quizás exagere, la libertad es una distancia demasiado grande para nosotros los hombres.
Quizá el padre también se equivoque, pero si tengo que elegir cómo equivocarme en la vida, me gustaría equivocarme como él: obsesionado por la libertad.

