El pasado mes de junio, en la Basílica de San Pablo Extramuros, durante la celebración de Vísperas de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, patronos de la diócesis de Roma, el Papa Benedicto XVI anunció la creación de un nuevo dicasterio para la promoción de una renovada evangelización de los Países occidentales. Un nuevo “Consejo Pontificio” dedicado a un mensaje que resuene nuevo, si bien en lugares de antigua fe cristiana. Un mensaje que quiere encontrar una forma renovada de comunicación y encuentro en el anuncio salvífico de Cristo.
La elección del Pontífice llega en un momento histórico en que las demasiadas formas de egoísmo e individualismo en occidente tocan picos altísimos, por lo que parece claro el real y necesario despertar del sentido sacro. Es este justamente el fin del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización – que será presidida por Mons. Rino Fisichella – y que fue instituido oficialmente el martes 12 de octubre de 2010, con el motu propio “Ubicumque et semper. “Hablar de una ‘nueva evangelización’ – afirma Mons. Fisichella – no puede sonar como una ‘fórmula abstracta’, sino que debe llenarse ‘de contenidos teológicos y pastorales’.
Lo haremos, fuertes del magisterio de estos últimos decenios”. Porque, citando una expresión de San Gregorio Magno, no debemos tolerar que “los fieles nos dejen y nos abandonen y nosotros quedemos en silencio”; la creación de este nuevo dicasterio – concluyó – es la señal que nos da el Papa de la voluntad de no querer quedar en silencio”.
En cuanto “ahora es el momento de retomar nuestra palabra fuerte y valerosa porque somos heraldos del Evangelio”.