Con los ojos de un amigo

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Beato el que sabe mirar a los demás con los ojos de un amigo,
y acoge a cada persona sin prejuicios 
de cultura, de religión o de raza.
 
Beato el que se compromete a vivir en armonía
con los familiares, los vecinos, los colegas y los extranjeros,
superando las inevitables dificultades de las relaciones humanas.
 
 Beato el que no conserva rencores, 
no da peso a palabras y gestos desagradables
y no obliga a los demás a vivir según sus costumbres.
 
Beato el que comunica con respeto y con dulzura,
escucha las razones expresadas por los demás,
sobre todo las de los más débiles.
 
Beato el que es benévolo consigo mismo
y convive serenamente con sus propios límites
y no se asombra de los de aquellos que encuentra a su alrededor.
 
Beato el que sabe evidenciar siempre el bien
para construir un mundo sereno y positivo,
en el que cada uno pueda sentirse a su gusto.
 
Beato el que sabe aceptar el valor de las diferencias
que caracterizan a cada hombre y a cada mujer, 
porque ellos manifiestan el nombre
con el cual Dios llama a cada uno de nosotros.
 
Beato el que, dejando emerger los colores de nuestras diferencias, 
cultiva en su corazón el sueño 
que veremos aparecer en el cielo un grande arco iris, 
signo de fraternidad y de paz
que vestirá de luz y de colores el mundo entero.
 
   G. Q.