Recìbeme, Madre, Maestra y Reina María,
entre los que amas, nutres santificas y formas en la escuela de Jesucristo, divino Maestro.
En la mente de Dios tù ves a los hijos que El llama y para ellos tienes oración, gracia,  luz y ausilios especiales.

Mi  Maestro, Jesucristo, se entregó  totalmente a ti, desde la Encarnación hasta la Ascensión, y ésto es  para mi enseñanza, ejemplo y don inefable, por lo que también yo me pongo pienamente en tus manos.
Obtènme la gracia de conocer, imitar y amar cada vez màs al Divino Maestro, Camino, Verdad y Vida; presèntame tù  a Jesús; soy un pecador indigno que para ser admitido a su escuela no tiene màs tìtulos que tu recomendaciòn.
Ilumina mi mente, fortifica mi voluntad, santifica  mi corazón  durante este año de mi trabajo espiritual,  para que pueda aprovechar tanta misericordia, y al fin pueda exclamar: “No soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mí”.