En gráfico que delinea la paloma se intuye en árabe “paz”: un llamado a la vocación de la vida consagrada a ser ejemplo de reconciliación universal en Cristo. Las aguas, formadas por teselas de mosaico, indican la complejidad y la armonía de los elementos humanos y cósmicos que el Espíritu hace “brotar” según los misteriosos designios de Dios (cf. Romanos 8, 26-27) para que converjan en el encuentro acogedor y fecundo que lleva a una nueva creación. La paloma vuela sobre las aguas del diluvio entre las olas de la historia (cf. Génesis 8, 8-14).
Los consagrados y las consagradas en el signo del Evangelio peregrinos desde siempre viven entre los pueblos, su diversidad y carismática y diaconal como «buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1 Pedro 4, 10); marcados por la Cruz de Cristo hasta el martirio, viven la historia con la sabiduría del Evangelio, Iglesia que abraza y sana todo lo humano en Cristo.