Virtual y real: ¿Un cambio antropológico?

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Las conquistas tecnológicas de la red y de la bioelectrónica están produciendo cambios sociales y económicos de una relevancia epocal. La tecnología imprime un impulso a la evolución de la cultura, con un cambio que también afecta al concepto mismo de la persona humana. La cultura tecnológica tiende a reducir el hombre a la corporeidad mecánica o a la inmaterialidad comunicativa, comprimiendo su interioridad y modificando su percepción del mundo y de sí mismo.

La comparación entre “real” y “virtual” está al centro de este cambio antropológico, con efectos sobre la vida del hombre y sus relaciones sociales.

¿Qué es real y qué es virtual?

¿Qué pensamos, cuando decimos real o virtual? ¿En las cosas materiales o en los pensamientos? ¿Consideramos real el momento presente y virtual el futuro? Los filósofos griegos se interrogaban sobre el ser y el devenir, sobre potencia y acto, sobre conocimiento sensible y el conceptual. Los latinos, gente concreta, no conocían el término “virtualis”. Pensaban en la “virtus”, el valor, la excelencia, los comportamientos positivos, morales o físicos, para ponerlos en práctica concretamente. Virtud es contemporáneamente potencia y acto, virtualidad y realidad efectiva.

Las preguntas filosóficas parecen superadas por la actual cultura difusa, inducida por la ciencia y por una cierta visión materialista. Hoy el pensamiento común entiende el mundo real como todo lo que es concreto, efectivo y sensible, mientras se considera virtual lo que es posible, potencial e imaginario.

La informática y las tecnologías de redes han cambiado el significado de “real” y “virtual”, porque han cambiado el modo de conocer las cosas y transformado las relaciones entre las personas. En el mundo de la red, real y virtual tienden a coincidir, las relaciones son “a distancia” pero al mismo tiempo “en proximidad”, con consecuencias que merecen ser profundizadas.

La persona humana entre real y virtual

La relación entre real y virtual tiene implicaciones antropológicas. Si lo que es verdadero y lo que es posible coinciden, si lo que es concreto es real como lo que es digital e inmaterial, ¿qué es entonces la vida espiritual del hombre? Entonces ¿Qué son las verdades de la fe y de los sentimientos religiosos? ¿Están quizás confinados en un espacio virtual y de experiencia subjetiva que no puede ser compartida? También el lenguaje es modificado por la cultura tecnológica y es necesario encontrar formas de comunicación comprensibles para transmitir la experiencia de fe. Se consideren solamente dos aspectos como ejemplo: inteligencia y relacionalidad. La inteligencia, como capacidad de comprender, se identifica con la inteligencia artificial del computer: una inteligencia racional, operativa, predeterminada por los algoritmos ejecutados, no ciertamente la capacidad de pensamiento, ni la conciencia de sí. La relacionalidad del hombre es transferida a través de la red con dispositivos que imitan el comportamiento humano, hasta responder a las preguntas con la voz. Un poco a la vez el hombre y las máquinas aparecen cada vez más semejantes.

¿ Cuál será el futuro?

¿Cuál será el futuro?, es el objeto de reflexión sintetizado por la pregunta de Nicolas Carr « ¿Internet nos hace estúpidos?», a lo cual replica Derrick De Kerchove « ¿La red nos hará estúpidos?». El primero, considera que la red induce a un aprendizaje superficial, que limita la capacidad de atención, no estimula el sentido crítico y nos hace conformistas y homologados. El segundo, reconoce los efectos de la red sobre nuestro modo de pensar, de conocer y de razonar, pero sostiene que, no obstante los aspectos problemáticos y las potencialidades positivas de la red, liberan recursos mentales que las personas pueden usar en forma más creativa, hasta hipotizar el próximo advenimiento de un nuevo Renacimiento.

El debate está abierto

El debate está abierto y toca exigencias y tentaciones profundamente radicadas en el espíritu humano, es decir, lograr alcanzar, a través de la tecnología, la omnipotencia, la omnisciencia, el suceso, el poder y la inmortalidad: los instrumentos informáticos permiten controlar todo y a todos, ofrecen un mar de informaciones sin esfuerzo de búsqueda y de memoria, la red permite alcanzar fácilmente la popularidad y el consenso, venciendo la soledad, las “prótesis” electrónicas y mecánicas sustituyen partes del cuerpo humano restituyendo al hombre su integridad física. El fácil entusiasmo por los sucesos de la tecnología lleva a descuidar lo que arriesgamos de perder, delegando a las máquinas y a los algoritmos competencias y responsabilidades, verdad y calidad de las informaciones, protección de la privacy personal. También el mundo de la tecnología es limitado e imperfecto, sufre la posibilidad de errores y malfuncionamiento. Necesario es recordar siempre que la tecnología responde a lógicas de tipo económico y tiene límites objetivos insuperables.

Por todos estos aspectos, pensar en el hombre del futuro, que será tecnológico, quiere decir afrontar problemas éticos fundamentales e interrogarse sobre la naturaleza de la persona humana. Una tarea, que no puede ser dejada a los técnicos, pero que no pueden desarrollar solos filósofos y teólogos. El futuro tecnológico “a medida del hombre” podrá ser realizado sólo con un gran empeño de conciencia de parte de todos.

Andrea TomasiDocente de Ingeniería informática de la Universidad de Pisa

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