1er domingo de Cuaresma 2019

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Dt 26,4-10; Sal 90; Rm 10,8-13; Lc 4,1-13

Puestos a la prueba

Ser tentados significa ser puestos a la prueba. Iluminador es un pasaje del libro del Eclesiástico: «Hijo, si te acercas a servir al Señor, prepárate para la prueba. Orienta bien tu corazón, mantente firme, si no te perderás en el tiempo de la prueba» (Eclo 2,1-2).

Si deseamos estar delante al Señor, reconociendo cómo él exalta en nosotros su misericordia, la prueba de la tentación es necesaria para escudriñar la sinceridad de nuestro corazón, la perseverancia en la oración y el coraje en las opciones de coherencia a la voluntad de Dios. La tentación es el banco de prueba de nuestro ser conformes a Cristo en el hacer la voluntad del Padre, en el fiarnos con confianza entre sus brazos, en vivir aquel amor que genera otro amor, con gestos de caridad, de misericordia y de perdón.

El tentador no cederá, no se rendirá y no tirará la esponja. Cuanto más nos atemos al Señor y nos aferremos a Él, más nos asechará con la mentira de la apariencia, nos mostrará todo con su lentes desenfocados del engaño para no reconocer la mano y la obra de Dios y más aún, con la carcoma de la sospecha de todo para convencernos que Dios no es como aquel que nos ha mostrado Jesús. Si ya pertenecemos al tentador no seremos capaces de reconocer las tentaciones y las pruebas; pero si lo sentiremos siempre con el aliento en el cuello, entonces tendremos la alegre certeza de no ser suyos. Incluso si las tentaciones serán apremiantes y nos sentiremos cogidos en sus garras, será Jesús quien nos indicará el camino para saber superarlo y vencerlo: la Palabra de Dios. Es Jesús quien responde a las tentaciones con citaciones de la Palabra de Dios, porque, como está escrito en el salmo 119: «Lámpara para mis pasos es tu Palabra, luz en mi camino».

No podemos encerrarnos en el miedo de la derrota, sino responder con la certeza de que Dios no nos abandonará en el momento de la prueba.

Salmo 90

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
pasarás la noche a la sombra del Omnipotente.
Yo digo al Señor: «Mí refugio y mi fortaleza,
Dios mío, en ti confío».
No te llegará la desgracia,
ni la plaga rondará tu tienda.
Porque ha ordenado a sus ángeles
que te protejan en todos tus caminos.
Ellos te llevarán sobre sus manos,
para que tu pie no tropiece en la piedra.

p. Giovanni Di Vitopárroco de los Ss. Erasmo y Martino, Bojano (CB)

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